lunes, 21 de febrero de 2005

¿ET usa Correo Postal?

SETI Institute

por Seth Shostak, astrónomo Senior



Virtualmente todos los experimentos SETI examinan los cielos buscando emisiones de lejos: señales de radio o luz que nos dirían que alguien tan perceptivo como nosotros mismos está allá afuera. Pero ¿pudiera ser que mientras usamos binoculares para explorar el océano cósmico, mensajes embotellados hayan pasado inadvertidos a nuestros pies?

Mientras Robert Roy Britt divulga por doquier, la noticia de la portada del 25 de Agosto en la revista Nature sugiere que el método más eficaz de enviar mensajes entre las estrellas no es enviarles transmisión, sino usar el correo postal. Los investigadores de la Universidad Rutgers Christopher Rose y Gregory Wright consideran que los extraterrestres inteligentes no van a balbucear en un micrófono. En lugar de eso, van a codificar sus mensajes en algún trozo de material (los rollos de película, disquetes, discos, y tarjetas de memoria son simples ejemplos de portadores de información multimedia de nuestra propia tecnología), empacar todo en un cohete interestelar y lanzarlo hacia sus amigos por correspondencia extraterrestres.

Los dos científicos de computación afirman que, comparado a transmitir por radio al sistema solar de alguien más, el usar el correo puede ser enormemente más barato, requiriendo como mucho solo una billonésima parte de energía (más o menos) para el mismo mensaje.

¿Significa esto que los experimentos SETI están mal encaminados? ¿Debemos usar rastrillos en lugar de telescopios para buscar mensajes de otros mundos? ¿Es posible que una civilización avanzada haya inundado los sistemas solares como el nuestro con envíos empacados que aún no hemos encontrado?

Contestar estas preguntas requiere tener en cuenta algunos panoramas realistas para la comunicación interestelar.

En principio, está el hecho indiscutible de que la información transportada físicamente puede ser muy eficiente. Imagine empaquetar un barco cisterna con DVDs, y navegarlo a Australia. Se podría atiborrar aproximadamente 10 mil millones de discos en el cisterna, el cual tardaría una semana en cruzar el Pacífico. Eso es una “velocidad de datos” promedio de 600 billones de bits por segundo, y a un costo por bit de apenas ¡0.02 billonésima parte de un centavo! Esos son números impresionantes que no solo desaparecen su conexión de internet, también golpean la radiotransmisión: enviar la misma cantidad de información con un transmisor de TV tomaría dos millones de años.

De acuerdo, transportar los bits podría golpear las transmisiones en algunas circunstancias. Pero, ¿que hay de la comunicación interestelar? Considere un ejemplo derivado del artículo de Rose y Wright: un mensaje enviado por cohete postal a un receptor distante 100 años luz. Suponga que el cohete de entrega viaja a una milésima parte de la velocidad de la luz, más rápido que cualquiera de nuestras propias naves espaciales, pero una velocidad casi impensable. Claramente, estará en ruta 100 mil años. Suponga que durante todo el tiempo, sus colegas de telecomunicación tienen encendido un transmisor poderoso, usando una antena comparable al plato de Arecibo tamaño-estadio para emitir ondas de radio al mismo receptor. Se sobreentiende que en ambos esquemas se envíen un igual número de bits, y ambos tomen la misma cantidad de tiempo (100 mil años) en entregarlos. Pero el costo por bit – en términos de energía – será 100 mil trillones de veces menos para el mensaje por cohete, de acuerdo a Rose y Wright.

Este ejemplo parece sugerir con certeza que el correo postal vence al correo de saludos por un amplio margen. Pero vale la pena considerar algunos detalles importantes de esta afirmación. Para empezar, los investigadores de Rutgers dan por hecho que el mensaje codificado está empacado muy eficazmente, con una densidad de 2 cuatrillones de bits por kilogramo. Esa es la densidad de información del RNA de cadena simple (parecido a un virus de polio), en caso de que se preguntara de dónde vino el número. Por supuesto, puede que no sea completamente obvio como codificar (es problema de los extraterrestres) o decodificar (problema nuestro) la información a esta enorme densidad, pero el punto es que si se empacara junta toda la información de todos los discos duros del mundo, ¡pesaría menos de un solo gramo! Si, así es, se podría enviar todo el contenido de todas las bibliotecas sobre la Tierra en un solo sobre, si se pudiera empacar tan eficazmente como Rose y Wright suponen. Por lo tanto, debe ser obvio que el cohete postal estará más voluminoso que cualquier mensaje de tamaño razonable que va a cargar. Pero este envase indispensable (el cohete) debe ser enviado también, y eso consume energía. Además, existe un verdadero problema de entrega. Los más cercanos sistemas estelares de interés para los corresponsales extraterrestres (por ejemplo, aquellos que se sabe que tienen planetas con biología) probablemente estarían por lo menos a 100 años luz de distancia.

Como puntualiza Frank Drake, astrónomo de SETI, no es fácil, de hecho, es agudísimamente difícil lanzar una nave espacial con la precisión adecuada para hacer un aterrizaje suave, o entrar en órbita en un planeta que esté tan lejos. En un lapso de tiempo de 100 mil años, los planetas se mueven, y consecuentemente, su posición estará ligeramente perturbada en modos complejos por interacciones gravitacionales dentro de su sistema solar. La única esperanza de un arribo preciso es usar un cohete inteligente que pueda maniobrar una vez que alcance las inmediaciones del objetivo. Pero hacer maniobras requiere de sensores, circuitos y combustible, y eso añade al peso del cohete, un ulterior decrecimiento en la eficiencia. Tales consideraciones prácticas aumentan el costo de la entrega del mensaje. Al mismo tiempo, hay muchas maneras de rebajar el costo de transmisión. Una antena más grande, por ejemplo, (compuesta de un conjunto de discos separados extensamente) pudiera dirigir su energía de radio a los receptores al interior del sistema solar. A 100 años luz, ese plan simple reduciría el costo de la energía en casi un millón a frecuencias de microondas, comparado a la antena del tamaño de la de Arecibo. Pero el verdadero truco en transmitir bits al espacio, en lugar de detonarlos, es transmitir luz, en vez de radio. El radio es una manera fabulosa de obtener la atención de otros mundos, pero si realmente desea enviar su enciclopedia a sus corresponsales cósmicos, lo puede hacer más rápido con una emisión de luz. Es técnicamente más factible comunicarse a 10 gigabits por segundo de esta manera, lo cual significa que los textos de todos los libros de la Biblioteca del Congreso serían despachados en menos de un día.

Por supuesto, un haz de luz, incluso uno bien apuntado, requeriría una buena concentración de energía si se cargara con información. Serían necesarios 10 billones de watts, si los concentrara en los receptores al interior del sistema solar. Por otra parte, se podría usar la energía solar como una fuente de poder, reduciendo los costos del proyecto a la construcción inicial y al mantenimiento. Pero el punto real es este: incluso con mensajes tan grandes como todas las bibliotecas de la Tierra combinadas, el tiempo de entrega del remitente al receptor en nuestro ejemplo es escasamente más de un siglo. El correo oruga transportaría más información, sí, pero tomaría mil siglos hacer eso. Así que mientras Rose y Wright integran un punto interesante, solo parece razonable esperar que gran parte de la mensajería interestelar vaya a ser transmitida en lugar de entregada. Algunas veces es mejor evadir el correo urgente y dirigirse a la oficina de telégrafo.

Traducción: María Luisa Hernández

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